|   Licio 
              Gelli y la logia Propaganda 2:  
              mafia disfrazada de masonería (1967-1981) 
            (Fuente: 
              © Rodríguez, 
              P. (2006). Masonería 
              al descubierto. Barcelona: © Temas 
              de Hoy, pp.385-391) 
             
              Nota: en este 
              texto no se incluyen las notas a pie de página del libro 
              original. 
              
            A lo largo de 
              este capítulo hemos hablado repetidamente de Licio Gelli 
              y de su logia Propaganda 2, así es que, para concluir y para 
              aclarar conceptos, será obligado dedicar un breve espacio 
              a recordar lo sustancial de una historia de delincuentes que, durante 
              años, se movieron con impunidad haciendo negocios por todo 
              el mundo, incluyendo entre sus socios más preciados a los 
              cerrados círculos vaticanos y a los democristianos más 
              fervientes. 
               
              En mayo de 1981, en Italia, saltó a la prensa uno de los 
              escándalos de corrupción más notables de la 
              historia reciente, pero el interminable desfile de hechos delictivos 
              de todo calibre que giraron en torno a Licio Gelli, un tipo con 
              pinta de abuelo complaciente, afectó de forma muy directa 
              y negativa a la masonería, que, con gran gozo de la ultraderecha 
              católica, se vio acusada de ser la instigadora, cómplice 
              y beneficiaria de la mafia organizada por uno de los sujetos con 
              menos escrúpulos de la ya escasamente escrupulosa elite sociopolítica 
              italiana.  
               
              La masonería no tenía nada que ver con esos hechos, 
              pero la leyenda negra que la envuelve la convertía en la 
              gran culpable desde el primer instante. Finalmente la masonería 
              quedó fuera de toda sospecha, pero todavía hoy, no 
              pocos conspiranoicos antimasones, en sus trabajos, siguen demostrando 
              la maldad de la masonería ejemplificándola con el 
              escándalo de la P2. 
               
              En junio de 1987, en Córdoba, el invitado de honor al III 
              Simposio sobre Masonería fue Bruno Castellani, Gran Maestre 
              del Grande Oriente de Italia que, en su día, ocupó 
              el cargo de Presidente de la Corte Central de la Justicia Masónica 
              que condenó y expulsó de la masonería a Licio 
              Gelli. En su intervención fue claro en recordar que las investigaciones 
              de la comisión parlamentaria que investigó, durante 
              tres años, las ramificaciones de la logia P2, concluyeron 
              afirmando que no existía ninguna conexión entre la 
              masonería y el Círculo privado de Licio Gelli. Los 
              implicados, según la investigación parlamentaria, 
              jamás pertenecieron a ninguna logia ma-sónica y sus 
              reuniones tenían por finalidad hacer negocios. 
               
              Licio Gelli, nacido en 1919, en Pistoia (Toscana), abandonó 
              la escuela con nueve años, pero al ser detenido por la policía 
              suiza , el 13 de septiembre de 1982, mientras salía del edificio 
              de la Unión de Bancos Suizos en Ginebra, disponía 
              en sus cuentas bancarias de unos ciento veinte millones de dólares. 
              Indudablemente, ese niño sin estudios había sabido 
              prosperar en la vida.  
               
              De pequeño, Gelli soñaba con ser marionetista, de 
              mayor logró manejar a su antojo, y para su propio beneficio, 
              los hilos del poder de las tradicionalmente corruptas altas instancias 
              de la sociedad italiana. La clave de su éxito se sitúa, 
              entre otras capacidades, en su habilidad para conseguir información 
              comprometedora y usarla luego en el siempre lucrativo negocio de 
              la extorsión. 
               
              Su historia personal está plagada de vacíos, misterios 
              y cambios de piel. Participó en la Guerra Civil española 
              junto a los voluntarios fascistas italianos que vinieron a apoyar 
              a Franco; a su regreso se marchó a Albania, también 
              como miliciano fascista. En la Segunda Guerra Mundial, mientras 
              se producía el desembarco aliado en Italia, Gelli era miembro 
              de la división Herman Göering de las SS nazis, un lugar 
              sin duda muy adecuado para obtener datos de gran valor sobre personajes 
              de escasa valía pero de gran importancia y poder en la Italia 
              que llegaría tras la guerra. Liberada Italia, Gelli reapareció 
              con un documento firmado por comandantes de la resistencia partisana 
              agradeciéndole los servicios prestados. 
               
              El camaleónico Licio Gelli pasó de nazi, o lo que 
              fuere, a patriota, pero con tan buena información en sus 
              archivos que sus negocios con el Este y el Oeste, dentro del continente 
              europeo o en el americano, crecieron como la espuma y abarcaron 
              todo aquello que era rentable, desde los primeros colchones de muelles 
              hasta armas y petróleo. Al otro lado de su teléfono, 
              al parecer, guardaban cola la CIA, el KGB y otros servicios secretos 
              del Este, el SID (servicios secretos militares italianos) y cualesquiera 
              otros dispuestos a comprar o intercambiar información. 
               
              Gelli se afilió a la masonería italiana en 1965, pero 
              muy pronto se dedicó a organizar toda una trama de poder 
              y corrupción a espaldas de sus hermanos, aunque gozando del 
              soporte fundamental del ingenuo y pretencioso Salvini, Gran Maestro 
              del Grande Oriente de Italia.  
               
              De forma necesariamente breve, resumiremos la aventura de Gelli 
              dentro de la masonería a partir de los datos, muy minuciosos, 
              que figuran en el informe interno y confidencial de cuarenta páginas, 
              elaborado, en 1984, por el Gran Maestro del Grande Oriente de Italia, 
              y que en su día me fue entregado por un alto dirigente de 
              la masonería. 
               
              Cabe recordar, primero, para retrotraernos a lo que se convertirá 
              en el camuflaje masónico de la P2 de Gelli, que, en 1877, 
              Giuseppe Mazzoni fundó una logia denominada Propaganda Masónica 
              con el objetivo de agrupar a todos los masones no romanos que, por 
              trabajo u otros motivos, se instalaban en Roma de forma temporal 
              o definitiva. Por motivos de organización y discreción, 
              esta logia funcionaba con una gran independencia de la estructura 
              del GODI. Al acabar la última guerra mundial, las logias 
              del Grande Oriente de Italia se numeraron, y a ésta le correspondió 
              el 2, pasando a ser conocida por su abreviatura P2. 
               
              Licio Gelli fue iniciado en la masonería en 1965, en la logia 
              Romagnosi de Roma, mostrándose muy activo y propiciando la 
              iniciación de figuras prestigiosas del mundo profano. Esa 
              actividad le llevó a contactar con Roberto Ascarelli, Gran 
              Maestro adjunto del GODI que tenía de-legado, por el Gran 
              Maestro Giordano Gamberini, el control de los trabajos de la P2, 
              dado que éste, en esos días, dedicaba gran parte de 
              su esfuerzo a normalizar las relaciones con la Igle-sia católica 
              y a tratar de suprimir la pena de excomunión prevista en 
              el derecho canónico para los masones. A través de 
              ese contacto, Gelli pasó a la P2 en 1967 y pronto comenzó 
              a aprovecharse de las excelentes relaciones y gran prestigio que 
              tenía el abogado liberal Ascarelli. 
               
              En 1970, tras la elección de Lino Salvini como Gran Maestro 
              del GODI, éste recibió el elenco de los hermanos encubiertos 
              —fratelli coperti— de la P2, que siempre había sido custodiado 
              en la Gran Secretaría del GODI, en el palacio Giustiniani, 
              así como una cuenta bancaria con 4.500.000 liras, producto 
              de las cuotas de los adherentes a la P2, que desde su fundación 
              tuvo una contabilidad separada de la general del GODI. A diferencia 
              de Gamberini, su antecesor, Salvini cambió radicalmente de 
              política y dejó de procurar la vía iniciática 
              y la comunión masónica de los adherentes para primar 
              la presencia masónica en el mundo profano; es decir, le importaba 
              mucho más el número y prestigio social de los miembros 
              que la calidad humana de los mismos. 
               
              Cuando Salvini, en 1973, fusionó el GODI y los masones de 
              Piazza del Gesú y pretendió que éstos pasasen 
              a la P2, Gelli —que ocupaba, desde 1971, el cargo de Gran Maestro 
              Secretario Organizativo de la P2; un cargo no permitido, según 
              el reglamento interno— se opuso, argumentando que la P2 debía 
              seguir siendo una logia elitista y logrando que su ámbito 
              territorial abarcase todo el país, trastocando así 
              totalmente el objetivo que la vio nacer. Al mismo tiempo, Salvini 
              desmontó el aparato de control del GODI y pasó a controlarlo 
              todo personalmente, incluidas las finanzas y, claro está, 
              también las iniciaciones, que se producían sin el 
              debido proceso previo y bajo la fórmula de admisión 
              conocida como all’orecchio, al oído, siendo firmadas por 
              Salvini y por Gelli; en este punto comenzó de forma imparable 
              la desviación de las normas masónicas. 
               
              Gelli maniobró a espaldas de Salvini, camuflando la logia 
              bajo entidades como el Centro de Estudios de Historia Contemporánea, 
              y comenzó a iniciar él personalmente a los nuevos 
              adherentes de prestigio y posición, usurpando una función 
              que en ese caso sólo podía ejercer el Gran Maestro 
              Salvini. 
               
              A finales de 1974 Salvini se dio cuenta de que había perdido 
              el control de la logia P2 y tomó la decisión de demolerla, 
              esto es, su liquidación y paso a logia descubierta. En el 
              transcurso de la Gran Loggia Festiva de Nápoles del 14 de 
              diciembre de 1974, por cuatrocientos votos contra seis, se decidió 
              la demolición de la P2. Una vez publicada en el acta, se 
              procedió a recuperar los materiales de la P2, cosa a la que 
              Gelli se opuso, aunque admitió permitirlo tras la Gran Loggia 
              de marzo de 1975. En esa asamblea, Gelli urdió una trama 
              para acusar —chantajear— a Salvini por haber recibido financiación 
              externa a la masonería y, finalmente, forzó que éste, 
              a cambio de retirar el documento que lo acusaba, aceptara dar una 
              nueva carta de constitución de la P2 —algo absolutamente 
              prohibido por la Constitución del GODI— y le nombrase Venerable 
              (Presidente) de la P2.  
               
              Gelli había logrado lo fundamental de su plan al llegar a 
              ser Venerable de la logia Propaganda Massonica nº 2 y ser ésta 
              inscrita en la List of regular Lodges, que consagraba su existencia 
              ante la masonería mundial. Desde esa posición, pudo 
              ya proseguir con la construcción del Raggruppamento P2, que 
              no era una logia sino un Círculo privado, gestionado sólo 
              por Gelli y donde, con absoluto desconocimiento del GODI, iniciaba, 
              sulla spada, a quienes conformarán su mafia de poder e influencias. 
              Bajo la fachada de regularidad masónica del GODI, convertido 
              en Maestro Venerable, Gelli comenzó a construir su imperio. 
               
              El 18 de diciembre de 1976, Licio Gelli fue condenado por la Corte 
              Central Masónica a la «censura solemne», que 
              comportaba la imposibilidad de ostentar ningún cargo en la 
              Institución durante tres años, pero en junio de 1977 
              Salvini le concedió la gracia de retomar bajo la etiqueta 
              masónica sus actividades del Círculo privado, que 
              siguieron siendo absolutamente ocultas ante la masonería 
              legal, celebrando iniciaciones en el Hotel Excelsior y entregando 
              tarjetas de iniciación firmadas por Gelli que eran una reproducción 
              idéntica a las usadas por el GODI y, lo que era más 
              grave, usando impresos de iniciación que tanto Salvini como 
              su sucesor, Battelli, le firmaban en blanco . Salvini fue sustituido 
              como Gran Maestro, en noviembre de 1978, por Battelli, abiertamente 
              apoyado por Gelli. Sin embargo, tras casi dos años de conflictos 
              a duras penas acallados, el 16 de octubre de 1980 el Gran Maestro 
              Battelli emitió una balaustra —comunicación al mundo 
              masónico— anunciando el encargo de una plancha [informe] 
              de acu-sación contra Gelli y contra Salvini por unas declaraciones 
              efectuadas a la prensa, aunque, fi-nalmente, a mediados de enero 
              de 1981, el instructor Elio Soliani elevó a la Corte Central 
              para la Justicia Masónica una plancha de acusación 
              que culpaba a Gelli de haber creado su Círculo privado encubriéndose 
              bajo la masonería y haciendo a ésta un gran daño 
              en su imagen y en su esencia, y acusando al ex Gran Maestro Salvini 
              de haber consentido ese abuso y no haber hecho nada para ponerle 
              fin.  
               
              El 4 de noviembre de 1981 finalizó el proceso judicial masónico 
              con la expulsión de Licio Gelli de la masonería y 
              con una censura solemne para Salvini. Al Gran Maestro Battelli, 
              que no había estado libre de culpa en los hechos juzgados, 
              no se le renovó la fiducia —confianza— al acabar, ese mismo 
              año, su primer trienio como Gran Maestro.  
               
              El Grande Oriente de Italia actuó con demasiada lentitud 
              para cortarle la cabeza al monstruo que creció en sus entrañas, 
              que no era de los suyos, pero que lo fue gracias a la inoperancia 
              de uno de los suyos, de Salvini. En el mundo profano, pasto de los 
              corruptos y poderosos amigos de Gelli, los acontecimientos sólo 
              se precipitaron cuando ya no quedó más remedio. 
               
              El 21 de marzo de 1981, desde la judicatura milanesa se emitió 
              una orden de captura contra Licio Gelli, acusado de «buscar 
              informaciones concernientes a la seguridad del Estado». 
               
              En mayo de 1981, en el transcurso de la investigación por 
              bancarrota fraudulenta del financiero siciliano Michele Sindona 
              —que, en 1986, aparecería muerto en su celda—, en una de 
              las casas de Licio Gelli apareció la nómina entera, 
              con 962 nombres, de los miembros de la logia P2 que figuraban registrados 
              con sus datos completos —aunque, al parecer, hubo al menos unos 
              mil quinientos afiliados más a la P2 de los que no se encontró 
              datos concretos—; ese listado fue publicado íntegro, a finales 
              de mayo, por algunos medios italianos , dejando al descubierto a 
              los políticos, magistrados, militares, dirigentes ministeriales, 
              empresarios, banque-ros, editores —entre los que figuraba Silvio 
              Berlusconi—, periodistas y otros miembros de profesiones relevantes, 
              que estaban afiliados a aquella trama de poder subterráneo. 
               
               
              Tras algunos titubeos, y el pasmo y la incredulidad de muchos, aquel 
              escándalo fue tomando forma y fuerza y provocó la 
              caída del Gobierno del demócrata cristiano Arnaldo 
              Forlani. 
               
              El Parlamento, tras su investigación, disolvió la 
              P2 de Licio Gelli, pero sólo unos pocos de sus miembros perdieron 
              sus posiciones de poder. Hoy, buena parte de ellos, aunque ya no 
              son masones, siguen siendo honorables políticos, juristas, 
              periodistas o empresarios. La memoria es lábil.  
                
               
               
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