La
situación actual de los bosques en el mundo
(c) José
Santamarta, director de World Watch
(21-3-2001)
worldwatch@nodo50.org
http://www.nodo50.org/worldwatch
21 de marzo,
día forestal mundial
La mitad de los bosques mundiales han desaparecido, y las áreas
forestales con mayor biodiversidad están en peligro. La gestión
sostenible de los bosques debe pasar de las palabras a la práctica.
Hoy los bosques cubren más de la cuarta parte de las tierras
emergidas, excluyendo la Antártida y Groenlandia. La mitad
de los bosques están en los trópicos; y el resto en
las zonas templadas y boreales. Siete países albergan más
del 60 por ciento de la superficie forestal mundial: Rusia, Brasil,
Canadá, Estados Unidos, China, Indonesia y Congo (el antiguo
Zaire). La mitad de los bosques que una vez cubrieron la Tierra,
29 millones de kilómetros cuadrados, han desaparecido, y
lo que es más importante en términos de biodiversidad,
cerca del 78 por ciento de los bosques primarios han sido ya destruidos
y el 22 por ciento restante están amenazados por la extracción
de madera, la conversión a otros usos como la agricultura
y la ganadería, la especulación, la minería,
los grandes embalses, las carreteras y las pistas forestales, el
crecimiento demográfico y el cambio climático. Un
total de 76 países han perdido ya todos sus bosques primarios,
y otros once pueden perderlos en los próximos años.
Hasta décadas recientes, la mayor parte de la pérdida
de bosques tuvo lugar en Europa, el Norte de África, Oriente
Próximo y la zona templada de América del Norte, como
documenta John Perlin en la
Historia de los Bosques, así como en China. A mediados de
este siglo, estas regiones habían perdido gran parte de sus
bosques originales. Ahora la superficie forestal en Europa y Estados
Unidos está estabilizada, o aumenta, por la sustitución
de los bosques primarios por secundarios y plantaciones forestales.
Los bosques más amenazados en términos relativos no
son los tropicales, como cabría pensar por la atención
de los medios de comunicación, sino los bosques templados
de Europa y Estados Unidos.
Los bosques boreales son los mejor conservados, y hoy representan
el 48 por ciento de la frontera forestal, frente al 44 por ciento
de los bosques tropicales y apenas un 3 por ciento de los bosques
templados.
Por lo menos 5 millones de km2 de bosques tropicales han sido talados
sólo entre 1960 y 1995, una superficie equivalente a diez
veces España. Asia perdió un tercio de su superficie
forestal, y África y América Latina perdieron el 18
por ciento cada una. Durante la primera mitad de los años
noventa, estas regiones continuaron perdiendo porciones significativas
de su cobertura forestal. Más de la mitad (el 57 por ciento)
de la pérdida neta de bosques entre 1980 y 1995 tuvo lugar
en sólo siete países: Brasil, Indonesia, Congo (Zaire),
Bolivia, México, Venezuela y Malaisia. Los bosques tropicales
secos, los manglares y los bosques templados húmedos de las
Américas (Canadá, EE UU y Chile), han experimentado
pérdidas muy altas.
Al comenzar el siglo XXI hay una pérdida neta anual de 11,3
millones de hectáreas de bosques, según la FAO, que
se destinan a otros usos. Entre 1990 y 1995, por lo menos 107 países
registraron una pérdida neta de superficie forestal, según
el Worldwatch Institute. En el mismo periodo el área forestal
se redujo en 56 millones de hectáreas, resultado de una pérdida
de 65 millones de hectáreas en los países en desarrollo
y un aumento de 9 millones de hectáreas en los países
industrializados. La deforestación sigue siendo uno de los
grandes problemas ambientales, junto con la amenaza nuclear, el
cambio climático y la pérdida de biodiversidad.
La frontera
forestal
Por razones
éticas, ambientales, económicas y culturales es necesario
salvar y gestionar de forma sostenible los bosques, y muy especialmente
lo que el Instituto de Recursos Mundiales (WRI) llama la frontera
forestal, los grandes bosques primarios aún no fragmentados
en pequeños pedazos y capaces de albergar poblaciones viables
de todas las especies asociadas a un determinado tipo de bosque.
Los bosques protegen la biodiversidad, proporcionan madera, leña
y otros productos forestales, evitan la erosión, regulan
el ciclo hidrológico, retienen el carbono y frenan el cambio
climático, y son un lugar de disfrute y de ocio para una
población cada vez más urbana y alejada de la naturaleza.
Entre el 50 y el 90 por ciento de todas las especies terrestres
habitan en los bosques, según la UICN. Sólo la frontera
forestal (los 13,5 millones de km2 de bosques primarios que aún
quedan) almacena 433.000 millones de toneladas de carbono, cifra
equivalente a las emisiones de dióxido por la quema de combustibles
fósiles y producción de cemento durante los próximos
70 años. Ni que decir tiene que la deforestación agravará
el cambio climático causado por las emisiones de gases de
invernadero. La opción más barata y lógica
para mitigar el cambio climático es conservar la frontera
forestal. Los bosques primarios son el hogar de más de 50
millones de personas pertenecientes a comunidades indígenas.
Más del 75 por ciento de la frontera forestal del mundo está
en tres grandes áreas: los bosques boreales de Canadá
y Alaska, los bosques boreales de Rusia, y los bosques tropicales
de la Amazonia y el escudo de las Guayanas. Sólo ocho países,
Brasil, Surinam, Guyana, Canadá, Colombia, Venezuela, Rusia
y Guayana Francesa, tienen grandes porciones de sus bosques originales
en inmensos bloques ininterrumpidos. Otros países que han
perdido buena parte de sus bosques originales, como Indonesia, Estados
Unidos y Congo, aún tienen áreas de frontera en virtud
de su tamaño. Setenta y seis países no tienen ningún
bosque de frontera; otros 11 están a punto de perderla. En
Europa sólo queda el 0,3 por ciento del bosque original en
grandes áreas ininterrumpidas, en Suecia y Finlandia.
La deforestación no es la única amenaza. La fragmentación
y la pérdida de calidad afecta a los bosques de todo el mundo.
Los bosques templados son los más fragmentados y perturbados
de todos los tipos de bosque. Del 95 al 98 por ciento de los bosques
de Estados Unidos han sido talados por lo menos una vez desde la
colonización por los europeos. Los bosques secundarios y
las plantaciones que sustituyen a la cubierta original son muy diferentes
a los bosques primarios. En todo el mundo, por lo menos 180 millones
de hectáreas de bosque se han convertido en plantaciones
forestales. En los últimos 15 años, el área
cubierta por plantaciones se dobló y se espera que se duplique
de nuevo en los próximos 15 años.
La contaminación atmosférica (lluvias ácidas,
ozono troposférico) también afecta a los bosques mundiales,
y en particular en Europa, América del Norte y Asia, así
como en las áreas cercanas a las ciudades de todo el mundo.
Más de la cuarta parte de los árboles europeos muestra
un grado moderado a severo de defoliación a causa de la exposición
a la contaminación y a sus consecuencias, según estudios
realizados por la Comisión Económica para Europa de
las Naciones Unidas. Aunque la situación ha mejorado de forma
notable en Europa y Estados Unidos, en China ha empeorado a causa
del aumento del consumo de carbón, y dadas las perspectivas
de rápido crecimiento el problema podría agravarse,
a no ser que se adopten otras políticas energéticas,
que den prioridad a la eficiencia, el gas natural y la energía
eólica.
Amenazas
El tamaño
y lejanía de las fronteras forestales no las aísla
de las amenazas. La industria maderera se ha identificado como la
gran amenaza de la mayoría de los bosques, incluidos los
de frontera. La minería, la invasión de especies exóticas,
los incendios forestales, las infraestructuras del desarrollo y
la energía, también son amenazas. Éstas actividades
y las explotaciones madereras juegan un papel importante en la apertura
de las fronteras a otras actividades, como la agricultura y la ganadería.
El récord de incendios en Indonesia y Brasil en 1997 y 1998
para talar los bosques y establecer grandes plantaciones y pastos
para la ganadería extensiva, las carreteras en construcción
a través de los remotos bosques de América del Sur,
y la extracción de madera en todas las regiones (tropicales,
templadas y boreales), muestran que incluso los bosques más
remotos están amenazados.
El consumo de leña en las regiones tropicales secas también
ejerce una presión importante, sobre todo en numerosos países
africanos, China, India, Pakistán, Bangladesh y Nepal. Indonesia
y Brasil también son grandes consumidores de biomasa. El
55% de la madera que se extrae anualmente se usa como combustible,
ya sea leña o para producir carbón vegetal. Cerca
de 2.000 millones de personas dependen de la leña y el carbón
vegetal como fuente principal de combustible. En África representó
el 60% del consumo de energía en 1995, en el sur de Asia
el 56%, en China el 24%, en Latinoamérica el 18% y sólo
el 3% en los países industrializados. El consumo mundial
de biomasa en 1995, según la Agencia Internacional para la
Energía, ascendió a 930 millones de toneladas equivalentes
de petróleo, el 14% del consumo de energía.
El comercio internacional de maderas tropicales es objeto de las
campañas públicas para poner coto a la deforestación,
pues se considera que la extracción depredadora de madera
es una de las mayores amenazas, que según el WRI afecta a
más del 70 por ciento de los bosques primarios del planeta.
Numerosos países que antes eran grandes exportadores de madera
han pasado a importarla, como es el caso de Nigeria, Filipinas y
Tailandia. No obstante conviene destacar que los mayores productores
de madera son países industrializados, como Estados Unidos,
Canadá y Rusia, y de hecho las maderas procedentes de bosques
boreales y templados representan el 83% de las destinadas a usos
industriales.
Maderas certificadas
Sin embargo,
la prohibición indiscriminada de las maderas tropicales pudiera
tener un efecto contrario al perseguido, al hacer que los bosques
fueran menos competitivos que la agricultura, lo que provocaría
una deforestación mayor que la causada por la tala de árboles
para madera. Las prohibiciones igualmente socavarían los
pocos incentivos que tienen algunos proyectos pioneros de uso sostenible
del bosque. Dados estos inconvenientes, existe un creciente movimiento
encaminado a promover las maderas producidas de manera sostenible,
valiéndose del etiquetado de los productos madereros, en
vez de prohibir de forma indiscriminada todas las maderas tropicales,
o de otras procedencias. Para ello se debe asegurar a los consumidores
que los productos madereros que adquieren han sido producidos en
bosques bien gestionados, ayudando de este modo a desarrollar mercados
para estos productos, y asegurando en última instancia incentivos
suficientes a los productores que adoptan prácticas sostenibles
de gestión forestal.
Según el WWF (Fondo Mundial para la Naturaleza) el comercio
de madera es sin duda la causa principal de la pérdida de
bosques, no sólo en los trópicos, sino también
en los países templados y boreales que todavía tienen
importantes bosques autóctonos. La exigencia de que los productos
obtenidos en tales bosques sean certificados tendrá un impacto
muy importante.
En 1993 se creó el Consejo de Certificación Forestal
(Forest Stewardship Council, FSC) para establecer las normas que
deberían regir y reunir las organizaciones que certifican
la sostenibilidad de los bosques
productivos. En el proceso de creación del FSC han participado
ecologistas, representantes de las poblaciones locales y la industria.
Aunque las certificaciones suponen un avance, no hay ninguna seguridad
de que cambien las prácticas de gestión forestal en
un futuro inmediato. La demanda de madera etiquetada supera a la
oferta en Estados Unidos y en el Reino Unido, pero sigue siendo
muy pequeña.
El volumen de madera o troncos certificados, incluyendo madera aserrada,
chapas y celulosa era menos del 3 por ciento del total de la producción
de la industria forestal (unos 1.700 millones de metros cúbicos)
en 1996, pero tal cifra era ya el doble de la alcanzada en 1994.
A finales de 1998 cerca de 11 millones de hectáreas en 27
países habían sido certificadas por el FSC, el doble
que en 1997. Pero sólo con la acción de los consumidores
(demandando sólo los productos forestales etiquetados) es
poco probable que se frene la deforestación. Será
necesario que un mayor número de productores madereros vean
las ventajas de la certificación.
La Organización
Internacional de las Maderas Tropicales (International Tropical
Timber Organization, ITTO), dependiente de la Organización
de las Naciones Unidas, con 42 países miembros entre consumidores
y productores, ha establecido como objetivo que a partir del año
2000 sólo se comercie internacionalmente con productos forestales
obtenidos de forma sostenible. El impacto económico será
mayor cuando aumente la demanda de los consumidores. Estados Unidos
y Europa importan sólo el 7,5 por ciento y el 20,1 por ciento,
respectivamente, de todas las maderas tropicales. Cerca de la mitad
de todas las maderas tropicales las importan Japón, Corea
del Sur, China y Singapur. Sólo Japón importa más
del 28 por ciento del total mundial de las maderas tropicales. Y,
sobre todo, la mayor parte (85 por ciento) de las maderas tropicales
se consumen en los mercados nacionales, donde la demanda de madera
certificada es pequeña o inexistente. En aquellos países,
y muy probablemente en todo el mundo, lo más importante es
aumentar la conciencia de lo que está en juego al consumir
madera, más allá del coste inmediato para el comprador.
Bosques de papel
En 1998 se consumieron
294 millones de toneladas de papel y cartón, lo que representa
un consumo anual por habitante de 50 kilogramos en el mundo, aunque
el consumo en muchos países africanos no llegó ni
a 1 kilogramo por habitante, cifra muy alejada de los 330 kilos
del norteamericano medio o los
135 kilos de España. Estados Unidos, Europa Occidental y
Japón, que representan menos del 15 por ciento de la población
mundial, consumen el 66 por ciento del papel y cartón. Sin
embargo, el consumo de los países en desarrollo está
aumentando. Si en 1980 estas naciones consumieron el 15 por ciento
del papel, en 1993 esta porción se elevó al 25 por
ciento.
El papel es un producto básico y necesario para múltiples
usos, entre ellos la cultura y el saber, pero también se
emplea de forma despilfarradora. Cada tonelada de papel reciclado
evita la tala de una docena de árboles, ahorra energía
(de 0,25 a 0,4 toneladas equivalentes de petróleo), agua
y contaminación; en general supone una mejora notable sobre
la obtención de papel a partir de pasta virgen. Pero el reciclaje
también tiene un cierto impacto ambiental, al tenerse que
eliminar la tinta, rellenantes y materiales para el laminado, como
el yeso; el contenido de metales pesados no es despreciable. El
papel puede ser reciclado varias veces (de 3 a 15 veces, según
procesos y productos) pero no indefinidamente, al ir perdiendo calidad
y ser necesario añadir una cantidad mayor o menor de fibras
vírgenes. Entre 1975 y 1995, el volumen mundial de papel
recuperado se duplicó, de 49 a 114 millones de toneladas.
Durante ese tiempo, la tasa de recuperación o porcentaje
del papel usado que es recuperado, aumentó del 38 al 41 por
ciento. La FAO predice que en el 2010 el consumo de papel recuperado
alcanzará los 181 millones de toneladas, con una tasa de
recuperación del 46 por ciento.
Los mayores exportadores de pasta y de papel no son países
del Tercer Mundo, sino países industrializados, con bosques
de taiga como Canadá, Finlandia y Suecia. En Canadá
la deforestación debido a la producción de pasta es
significativa y ha ocasionado varios conflictos. Los países
escandinavos producen papel y cartón a partir de especies
autóctonas, no hay deforestación neta y la industria
papelera contamina menos de lo que es usual en otras latitudes,
debido a una población muy sensible y motivada por la protección
del medio ambiente. No obstante, también en los países
escandinavos se señala la desaparición de turberas
al ser empleada la turba como combustible, plantaciones en zonas
húmedas desecándolas y la contaminación ocasionada
en los ríos, en el litoral y en la atmósfera, sobre
todo en el pasado, pues en los últimos años se ha
eliminado casi totalmente el
empleo de cloro. Las plantaciones en tierras degradadas por el uso
agrícola o la deforestación, tienen el potencial para
proporcionar servicios como control de la erosión o absorción
de carbono mientras también proporcionan una fuente de fibra
de madera y otros productos forestales. Sin embargo, en algunos
casos el desarrollo de las plantaciones se ha realizado a costa
del bosque natural.
La madera de los árboles rara vez tiene más de un
50% de celulosa, y ésta se fortalece con lignina, cuya cantidad
no suele bajar del 20% e incluso supera el 45%, como en el haya.
Para fabricar la pasta hay que eliminar la lignina, con la excepción
de la pasta mecánica. En la pasta química se elimina
la lignina, con un gran consumo de energía, proporcionada
en gran parte por la misma lignina utilizada como combustible, y
de madera, al perderse parte de la materia prima; el proceso al
sulfato hoy es el más común. Los restos de lignina,
que rara vez bajan del 5%, dan a la pasta química un color
marrón. Para blanquearla se utilizan compuestos de cloro,
al objeto de eliminar la lignina; la reacción de parte del
cloro con moléculas orgánicas de la madera produce
compuestos organoclorados, altamente tóxicos. En la pasta
mecánica, con mucha lignina, no se emplea el cloro, sino
el agua oxigenada.
Se han propuesto varios productos alternativos al blanqueo con cloro,
como la deslignificación con oxígeno, o la modificación
de la lignina con agua oxigenada (peróxido de hidrógeno),
o el empleo de enzimas naturales y biodegradables. Por otra parte
ya existen varias fábricas de pasta química al sulfito
que blanquean la pasta sin emplear cloro. La sustitución
del gas cloro por dióxido de cloro reduce la emisión
de organoclorados, pero no los elimina totalmente. La pasta mecánica
consume más energía convencional que la química,
pues ésta quema la madera no transformada en papel, por lo
que debe hacerse un balance global, si se tiene en cuenta que la
pasta mecánica transforma la misma cantidad de madera en
el doble de pasta que la producida con el proceso kraft. En el papel
recuperado se ha eliminado ya la lignina, en el proceso inicial
de fabricación, razón de más para incrementar
la recogida selectiva y el empleo de papel reciclado, especialmente
en todos los usos adecuados, como cartón, papel higiénico,
sobres y embalajes en general.
Gestión
sostenible de los bosques
Para afrontar
los graves riesgos de la deforestación y la pérdida
de biodiversidad urgen nuevas políticas, encaminadas a la
sostenibilidad, con la creación de más y mayores espacios
protegidos, mayor eficiencia en el consumo de madera, establecer
normas de etiquetado en la línea del Consejo de Certificación
Forestal (Forest Stewardship Council, FSC), aumento del reciclaje
de papel y cartón, repoblaciones con especies adecuadas en
zonas previamente deforestadas, mayor equidad social que evite la
emigración a la llamada frontera forestal, y prácticas
de gestión forestal menos depredadoras en la extracción
de madera y otros productos forestales, la caza y la pesca, el turismo
y el ecoturismo.
El WWF y la UICN
han propuesto que al menos el 10 por ciento de cada tipo de ecosistema
forestal sea zona protegida, y que tal protección no sea
meramente nominal, tal como ocurre en la actualidad en gran parte
de las áreas con algún tipo de protección.
Igualmente es urgente establecer corredores entre las áreas
protegidas, encaminados a conservar la diversidad biológica.
Como mínimo se debe tratar de conservar varias muestras lo
suficientemente representativas de todos los ecosistemas forestales,
estableciendo una gestión sostenible en las zonas no protegidas.
La cooperación y participación de las poblaciones
afectadas, los consumidores, las ONG, las empresas y las diferentes
administraciones y organismos internacionales es necesaria para
frenar los procesos de
deforestación y pérdida de biodiversidad. Se han dado
ya pasos importantes hacia la sostenibilidad, pero aún queda
mucho por hacer, sobre todo en los países en desarrollo.
Urge frenar la guerra contra los bosques iniciada hace cientos de
años, tal como documenta John Perlin en su Historia de los
Bosques, y es necesario dedicar todo tipo de esfuerzos y recursos
a conservar lo que queda de los bosques primarios, algo que no será
nada fácil como muestra la rápida destrucción
de los bosques tropicales, desde la Amazonia a Indonesia, o lo que
es más llamativo, la tala de los últimos reductos
de bosques primarios en Estados Unidos o la deforestación
de los bosques húmedos de la Columbia Británica en
Canadá.
Referencias
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*Worldwatch Institute, Signos Vitales 2000 (Madrid: Gaia Proyecto
2050 y Bakeaz, 2000).
*Revista World Watch.
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José Santamarta es director de la edición en castellano
de la revista World Watch. El texto que aquí se presenta
en parte ha sido elaborado como apéndice para el libro "Historia
de los Bosques" de John Perlin, editado por Gaia Proyecto 2050.
http://www.nodo50.org/worldwatch/ww/portadas/bosques.htm
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