Conferencia
del Cacique Guaicaipuro Cuatemoc ante la reunión de los Jefes
de Estado de la Comunidad Europea
El
texto que seguirá es una obra de ficción, pero su
contenido es tan aceradamente cierto, la crítica a los europeos
tan absolutamente justificada y la redacción tan ingeniosa,
que merece ser leído y difundido.
El cacique
Guaicaipuro existió hace poco menos de quinientos años,
aunque su nombre real no incluía el ahora añadido
Cuatemoc. El autor del relato es Luis Britto García, que
lo publicó el 6 de octubre de 2003, con motivo del Día
de la Resistencia indígena (12 de 0ctubre), bajo el título
de "Guaicaipuro Cuatemoc cobra la deuda a Europa".
El autor: Luis Britto García (Caracas, 1940).
Escritor venezolano. Su obra de ficción, formalmente experimental,
elabora una crítica de la situación política
y social de su país (Rajatabla, 1970; Abrapalabra,
1980; La orgía imaginaria, 1983). También
se ha dedicado al ensayo, entre cuyos títulos cabe citar
El imperio contracultural: del rock a la posmodernidad
(1991). Premio Casa de las Américas en 1970 y premio nacional
de literatura en 1980.
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LA
VERDADERA DEUDA EXTERNA
Aquí pues yo, Guaicaipuro Cuatémoc, he venido a encontrar
a los que celebran el encuentro.
Aquí pues yo, descendiente de los que poblaron la América
hace cuarenta mil años, he venido a encontrar a los que se
encontraron hace quinientos años.
Aquí pues nos encontramos todos. Sabemos lo que somos, y
es bastante. Nunca tendremos otra cosa.
El hermano aduanero europeo me pide papel escrito con visa para
poder descubrir a los que me descubrieron. El hermano usurero europeo
me pide pago de una deuda contraída por Judas, a quien nunca
autoricé a venderme. El hermano leguleyo europeo me explica
que toda deuda se paga con
intereses, aunque sea vendiendo seres humanos y países enteros,
sin pedirles consentimiento. Yo los voy descubriendo.
También yo puedo reclamar pagos, también puedo reclamar
intereses.
Consta en el Archivo de Indias. Papel sobre papel, recibo sobre
recibo, firma sobre firma, que solamente entre el año 1503
y 1660 llegaron a Sanlúcar de Barrameda 185 mil Kg de oro
y 16 millones Kg de plata
provenientes de América. ¿Saqueo? ¡No lo creyera
yo! Porque sería pensar que los hermanos cristianos faltaron
al Séptimo Mandamiento. ¿Expoliación? ¡Guárdeme
Tanatzin de figurarme que los europeos, como Caín, matan
y niegan la sangre del hermano! ¿Genocidio? ¡Eso sería
dar crédito a calumniadores como Bartolomé de las
Casas, que califican al encuentro de 'destrucción de las
Indias', o a ultrosos como Arturo Uslar Pietri, que afirma que el
arranque del capitalismo y la actual civilización europea
se deben a la inundación de metales preciosos. ¡No!
Esos 185 mil Kg de oro y 16 millones Kg de plata deben ser considerados
como el primero de muchos préstamos amigables de América
destinados al desarrollo de Europa. Lo contrario sería presumir
la existencia de crímenes de guerra, lo que daría
derecho no sólo a exigir su devolución inmediata,
sino la indemnización por daños y perjuicios. Yo,
Guaicaipuro Cuatémoc, prefiero creer en la menos ofensiva
de las hipótesis.
Tan fabulosas exportaciones de capital no fueron más que
el inicio de un plan Marshall-tezuma, para garantizar la reconstrucción
de la bárbara Europa, arruinada por sus deplorables guerras
contra los cultos musulmanes, creadores del álgebra, la poligamia,
el baño cotidiano y otros logros superiores de la civilización.
Por eso, al celebrar el Quinto Centenario del Empréstito,
podremos preguntarnos: ¿Han hecho los hermanos europeos un
uso racional, responsable o, por lo menos, productivo de los recursos
tan generosamente adelantados por el Fondo Indoamericano Internacional?
Deploramos decir que no.
En lo estratégico, lo dilapidaron en las 'batallas de Lepanto',
en 'armadas invencibles', en 'terceros reichs' y otras formas de
exterminio mutuo, sin otro destino que terminar ocupados por las
tropas gringas de la
OTAN, como Panamá pero sin canal.
En lo financiero, han sido incapaces, después de una moratoria
de 500 años, tanto de cancelar el capital y sus intereses
cuanto de independizarse de las rentas líquidas, las materias
primas y la energía barata que les exporta el Tercer Mundo.
Este deplorable cuadro corrobora la afirmación de Milton
Friedman, conforme a la cual una economía subsidiada jamás
puede funcionar. Y nos obliga a reclamarles, por su propio bien,
el pago del capital y los intereses que, tan generosamente, hemos
demorado todos estos siglos.
Al decir esto aclaramos que no nos rebajaremos a cobrarles a los
hermanos europeos las viles y sanguinarias tasas flotantes de 20%,
y hasta 30%, que los hermanos europeos le cobran a los pueblos del
Tercer Mundo. Nos limitaremos a exigir la devolución de los
metales preciosos adelantados, más el módico interés
fijo de 10% anual, acumulado sólo durante los últimos
300 años.
Sobre esta base, y aplicando la fórmula europea del interés
compuesto, informamos a los descubridores que nos deben, como primer
pago de su deuda, una masa de 180 mil Kg de oro y 16 millones Kg
de plata, ambas elevadas a la potencia de 300. Es decir, un número
para cuya expresión total, serían necesarias más
de 300 cifras, y que supera ampliamente el peso total de la Tierra.
¡Muy pesadas son esas moles de oro y plata! ¿Cuánto
pesarían, calculadas en sangre?
Aducir que Europa, en medio milenio, no ha podido generar riquezas
suficientes para cancelar ese módico interés, sería
tanto como admitir su absoluto fracaso financiero y/o la demencial
irracionalidad de los supuestos del capitalismo.
Tales cuestiones metafísicas, desde luego, no nos inquietan
a los indoamericanos.
Pero sí exigimos en forma inmediata la firma de una 'carta
de intención' que discipline a los pueblos deudores del Viejo
Continente; y que los obligue a cumplir su compromiso mediante una
pronta privatización o reconversión de Europa, que
les permita entregárnosla entera, como primer pago de la
deuda histórica.
Dicen los pesimistas del Viejo Mundo que su civilización
está en una bancarrota tal que les impide cumplir con sus
compromisos financieros o morales.
En tal caso, nos contentaríamos con que nos pagaran entregándonos
la bala con la que mataron al Poeta.
Pero no podrán.
Porque esa bala es el corazón de Europa.
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